- El uso extendido de riego por goteo.
- La fertirrigación fraccionada en momentos críticos.
- La conciencia sobre los efectos de la contaminación por nitrógeno en cuerpos de agua y suelos.
- 30 a 40 kg N/ha/año permiten alcanzar el 95 % del rendimiento máximo.
- Esta dosis logra una NUE de 0,27 a 0,36 t de uva/kg N aplicado, superando los estándares actuales.
- Los distintos componentes del rendimiento (peso de poda, número de racimos, peso de baya) muestran respuestas similares a la dosis de N.
- Una dosis entre 20 y 25 kg N/ha/año maximiza la calidad de la uva sin comprometer el rendimiento significativamente.
- En este rango se obtiene una NUE de 0,41 a 0,47 t/kg N, casi el doble que si se priorizara solo el rendimiento.
- La concentración de antocianos y polifenoles se conserva mejor en condiciones de menor fertilización.
- En cambio, el nitrógeno asimilable por levaduras (YAN) sí responde directamente a aumentos en la dosis de N.
- Aplicaciones excesivas de N promueven crecimiento vegetativo desbalanceado, mayor sombra en racimos, menor calidad y pérdidas ambientales (NO₃⁻, N₂O, NH₃).
- La fertilización con dosis moderadas y ajustadas mejora la eficiencia, protege el ambiente y preserva la salud del suelo en el largo plazo.
- El estudio propone usar la ley de Mitscherlich o ley del rendimiento decreciente para modelar la respuesta de la vid al N y tomar decisiones más fundamentadas.
- Medir y comparar: conocer la relación entre dosis aplicadas y rendimiento real ayuda a identificar excesos o deficiencias.
- Evaluar el YAN en mosto: como indicador clave para ajustar la fertilización en función de la calidad deseada.
- Incorporar estrategias complementarias:
- Aplicación foliar en envero.
- Uso de cubiertas vegetales y microbioma funcional.
- Riego eficiente para minimizar lixiviación.
- Establecer umbrales adaptados: tomar como referencia 20–40 kg N/ha, pero ajustar según variedad, tipo de suelo y objetivos enológicos.
