En la constante evolución de la vitivinicultura, la tecnología se ha convertido en una aliada clave para mejorar cada etapa de la producción, evaluación y disfrute del vino. Una de las innovaciones más prometedoras en este ámbito es el desarrollo de narices digitales basadas en inteligencia artificial (IA), capaces de analizar y “entender” el aroma del vino con una precisión y objetividad sin precedentes. Inspiradas en el sistema olfativo humano, las narices digitales utilizan sensores especializados para capturar las "firmas de olor" de una muestra. Estas firmas son comparadas con bibliotecas digitales de aromas utilizando algoritmos de inteligencia artificial entrenados para reconocer compuestos volátiles específicos. Startups como Aryballe han liderado el desarrollo de esta tecnología, demostrando su aplicabilidad en industrias tan diversas como la automotriz, la alimentaria… y, por supuesto, la vitivinícola. Una herramienta para la apreciación sensorial Uno de los aportes más interesantes de esta tecnología es su capacidad para objetivar el análisis sensorial del vino. Gracias a la IA, los catadores —tanto novatos como expertos— pueden acceder a una descripción precisa del bouquet de un vino, detectando notas que a menudo escapan al olfato humano. Por ejemplo:
  • Identificación de notas florales, frutales o especiadas en vinos jóvenes, permitiendo apreciar las diferencias entre cepas y terroirs.
  • Detección de compuestos ligados a la crianza, como las lactonas del roble o los compuestos fenólicos, que ayudan a evaluar el paso por barrica.
  • Comparación con perfiles históricos, facilitando la trazabilidad estilística de una bodega a lo largo de diferentes cosechas.
Esto no solo mejora la experiencia del consumidor, sino que también puede democratizar la cultura del vino, acercando el lenguaje técnico a los bebedores casuales mediante descripciones más accesibles y basadas en datos. Optimización del control de calidad La aplicación más transformadora para los enólogos reside en el control de calidad durante la elaboración. Las narices digitales permiten:
  • Monitorear la evolución aromática durante la fermentación, detectando desviaciones antes de que se manifiesten sensorialmente.
  • Establecer parámetros de consistencia aromática, esenciales para marcas que buscan reproducir un perfil organoléptico año tras año.
  • Asistir en la elaboración de cortes (blends), comparando digitalmente los perfiles de diferentes partidas para encontrar combinaciones ideales, complementando el saber empírico con datos objetivos.
Un futuro conectado y sensorial La integración de IA y olfacción digital en la vitivinicultura no solo es una tendencia tecnológica, sino una herramienta estratégica que permite profundizar en el conocimiento del vino y elevar su calidad y coherencia. A medida que las bibliotecas digitales de aromas se expandan y los algoritmos se vuelvan más sofisticados, podríamos imaginar escenarios donde cada botella venga acompañada de un "pasaporte aromático digital", disponible para consumidores y productores por igual. En definitiva, las narices digitales prometen abrir una nueva dimensión en la relación entre el vino, quienes lo elaboran y quienes lo disfrutan. No reemplazan el juicio humano, pero lo potencian, sumando ciencia de datos al arte milenario de la vinificación.   Fuente https://aryballe.com/ https://hellofuture.orange.com/en/iot-first-digital-vision-and-now-digital-olfaction/