Este informe se construye en base al diagnóstico realizado por la Gerencia de Desarrollo Estratégico de COVIAR y el Observatorio Vitivinícola Argentino, preparado para la Primera Jornada de Análisis Estratégico 2015.

Las grandes tendencias que han dominado el consumo de vinos en la última década pueden resumirse en tres: 1) descenso del consumo de vinos en total, que se estabiliza en la segunda mitad de la década; 2) gradual sustitución de vinos básicos por otros de calidad superior; 3) mayor preferencia por el vino tinto en forma constante en los últimos 10 años, pasando del 40% del consumo interno al 76% en 2014

Además, según las conclusiones del Estudio Econométrico realizado por Mindshare, se especifica que la gran competencia con bebidas sustitutas se da principalmente con los vinos en las escalas inferiores de precios: tanto los vinos de gama baja y los tetra son sustitutos directos de la cerveza y de las bebidas sin alcohol. Al ascender en la escala de precios, este fenómeno tiende a desaparecer.

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La primera pregunta es entonces hasta qué punto la estructura productiva se ha adaptado para ofrecer lo que la demanda pide:

Considerando la superficie total con viñedos, en la última década los cambios han sido menores: comparando 2014 con 2004, la variación llega al 10% (es decir, un promedio de 0,9% anual), o lo que es lo mismo, la superficie aumentó en un poco menos de 20.000 hectáreas hasta alcanzar las 216.588 de 2014 (que, aclaremos, no incluye las catalogadas como "de mesa" o "pasas").

Esta relativa estabilidad de la superficie, se ha traducido en una producción que promedia los 26 millones de quintales y que ha variado respondiendo más a cuestiones climáticas que a variaciones en la superficie.

Con respecto a los dos puntos restantes, analizamos la composición de esta estructura productiva, que en un total general, parece no haber variado de forma significativa:

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En el gráfico se puede ver con claridad un cambio de composición de esta estructura: ganadoras resultan las tintas varietales, con 37% más de superficie; mientras que en el otro extremo, las perdedoras resultan las rosadas, que cayeron en 11%, ó 7.400 Ha. Con este incremento, las tintas varietales llegaron a representar el 71% del encepado nacional. Completando el panorama, las uvas blancas varietales se han mantenido estables, mientras que las básicas han decrecido en hectáreas.

También se ha registrado un cambio en cuanto a las zonas geográficas en donde se desarrolla esta actividad: asociada con este recambio hacia las uvas tintas varietales se encuentra el Valle de Uco, que ha concentrado el 45% de las nuevas plantaciones de estas variedades, lo cual lo ha llevado a ser el segundo oasis en extensión de viñedos de Mendoza. Entre las zonas Valle de Uco, Este y Centro de Mendoza, se localiza el 82% de las hectáreas adicionales.

Las variedades rosadas, por su parte, que han decrecido en todas las zonas vitícolas del país, lo hicieron especialmente en la zona Este de Mendoza, en San Juan y en la zona Sur de Mendoza (las cuales eran también las que acumulaban la mayor parte de estos cultivos).

Otro grupo (minoritario) pero que presenta un comportamiento llamativo, es el de las llamadas "tintoreras", principalmente Aspirant Bouchet y Alicant Bouchet. Desde insignificantes 800 Ha. en 2003, a la superficie de 2014 que se extendió a casi 4.500 Ha.

El 53% de estas variedades se encuentra en la Zona Este, donde la superficie se ha casi quintuplicado.

Hasta aquí parece haber quedado respondido el planteo sobre la adecuación de la oferta productiva a los requerimientos de la demanda:

  1. Volúmenes estables gracias a una superficie relativamente estables.

  2. Especialización en uvas tintas, en zonas agroecológicas escogidas.

  3. Disminución de variedades rosadas, las cuales se utilizan para los vinos que mayor competencia enfrentan de otras bebidas sustitutas, como la cerveza.


Las fuerzas del mercado se manifiestan mediante la interacción entre quienes producen y quienes compran los productos. En el caso de la cadena vitivinícola, se producen distintas instancias o "nudos funcionales" donde se fijan precios, que envían señales a las partes participantes. Responder a estas señales es necesario para la sostenibilidad de la actividad, por lo que analizaremos a continuación qué tipos de mensajes han dado los precios:

La primera consideración a realizar es que el proceso inflacionario exige distinguir entre precios nominales y precios reales. Esto implica que la tendencia creciente general de precios no obedece a una señal de mercado, sino a una inercia que eleva todos los niveles de precios generales de la economía, sin producir efectos reales.

Dicho esto, podemos concentrarnos entonces en evaluar los cambios relativos: quién crece más y quién crece menos.

En el siguiente gráfico, que muestra el patrón de precios del mercado de uvas en la zona Este de Mendoza, podemos observar dos comportamientos: el de uvas rosadas y blancas varietales que siguen una senda de crecimiento constante, y el de uvas tintas y tintoreras, las cuales "saltan" en 2011 para luego corregir esa probable sobre reacción y se retraen hasta equipararse a la senda de crecimiento del resto de uvas.

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Permitamos que este comportamiento de los precios en la Zona Este de Mendoza sea representativo de lo sucedido en los distintos oasis, ya que los comportamientos son similares.

Un cálculo econométrico confirma que hay una correlación lineal y directa entre las señales de precios que dio el mercado de uvas y el cambio de la superficie implantada: los segmentos bajos de precios retrocedieron en superficie, mientras que a mayor precio de las uvas, mayor fue el incremento en su superficie.

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Podemos entonces afirmar que la oferta productiva respondió a las señales de precios, con la consideración particular de los precios "atípicos" de 2011, excepcionalmente altos y difícilmente repetibles.

Como ya hemos abordado el comportamiento desde la producción y los precios, se realizaron cálculos teóricos del Valor Bruto de la Producción (el monto total de dinero obtenido por la producción: VBP = Rendimiento x Precio), diferenciándolos por grupos de variedades y zonas geográficas. En el siguiente cuadro se realizó el ejercicio de calcular cuánto ha variado el VBP ante los cambios en la superficie acaecidos en el periodo 2003-2014.

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En sintonía con lo analizado hasta ahora, tanto las tintas varietales como las tintoreras han incrementado su VBP, especialmente el primer grupo, y más específicamente en el Valle de Uco, mientras que las perdedoras han sido las variedades rosadas, con mayor énfasis en la Zona Este de Mendoza y San Juan.

Aquellas zonas que les fue posible responder con mayor énfasis a las señales de consumo y de precios son las que aumentaron su participación en el Valor Bruto de la Producción.

Conclusiones

El sector productivo vitivinícola ha sabido adaptarse a los cambios en la demanda y a las señales de precios emitidas por el mercado.

La adecuación productiva implicó cambio de actores dentro de las zonas y entre zonas.

La adecuación es un proceso que ha permitido que algunas zonas aumenten su participación en Valor Bruto de Producción (VBP) y otras disminuyan.

Aquellas zonas que les fue posible responder con mayor énfasis a las señales de consumo y de precios son las que aumentaron su participación en el VBP.

Sin embargo, la adecuación productiva no fue total: el sector elaborador encontró una respuesta tecnológica para satisfacer la demanda actual de vinos tintos a partir de la mayor superficie de variedades tintoreras. Estos vinos son los más vulnerables frente a los sustitutos y son los que caen en el consumo y a su vez debilita la demanda de uvas tintas que son las de mayor valor.